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martes, 28 de febrero de 2012

Mensaje del Obispo de Huelva para la Cuarema de 2012.



"Creo, Señor; aumenta mi fe"

Mis queridos hermanos y hermanas:
1. Al iniciarse el tiempo de Cuaresma, me dirijo a vosotros invitándoos a entrar en este tiempo de conversión con una súplica: “Creo, Señor; aumenta mi fe”. Esta breve y sentida oración la pronunció un padre que pedía la curación de su hijo. Los apóstoles habían intentado, sin éxito, liberar al muchacho de un mal espíritu. Cuando llegó Jesús, el padre, con humildad y confianza, desde su dolor, le rogó al Señor que tuviera compasión y le ayudara. Jesús le dijo: “todo es posible al que tiene fe”. Entonces el hombre gritó:“Creo, pero ayuda mi falta de fe” (Mc 9, 24).
Esta breve oración contiene dos aspectos importantes: el reconocimiento humilde de una fe débil y la confianza de que el Señor, con su ayuda, la puede aumentar y fortalecer.
2. El Papa Benedicto XVI nos ha convocado a un Año de la fe, que comenzará el próximo mes de octubre con motivo del cincuentenario del Concilio Vaticano II. Por esta razón, acogiendo la iniciativa del Papa, os propongo vivir esta Cuaresma como una etapa intensa de oración para que el Señor aumente nuestra fe y nos haga testigos de ella en medio de nuestro mundo.
La fe es el fundamento de la vida cristiana. Si la fe se debilita, todo se resiente. Podríamos decir que la falta de fe “impide” la acción de Dios en nosotros y en nuestro mundo. Siempre me ha impresionado leer en el Evangelio que Jesús, en Nazaret, donde se había criado, no pudo hacer milagros porque no encontró fe allí (cfr. Mc 6, 56).
3. Durante este tiempo de Cuaresma debemos preguntarnos: ¿de dónde viene nuestra debilidad como cristianos? ¿de dónde la carencia de impulso evangelizador? ¿no será de la falta de fe? Jesús reprochaba con frecuencia a los mismos apóstoles: “No seáis hombres de poca fe”. Vivamos, pues, este tiempo de conversión, que nos prepara para celebrar la Pascua del Señor, como un itinerario que nos permita renovar la fe bautismal en la noche santa de la Resurrección.
Pidamos al Señor que nos conceda una fe auténticamente cristiana. En este momento cultural que vivimos, tenemos el peligro de pensar que la fe es algo subjetivo: “todo el mundo cree en algo”, “yo creo a mi manera”... Estas expresiones indican una gran difuminación de la fe. Es más, como dice el Papa, “es como una llama que se va apagando”.
4. La fe cristiana es creer en Alguien, en una Persona, en Jesucristo, el Hijo único de Dios que ha entrado en nuestra historia para mostrarnos el amor del Padre y para abrirnos un horizonte nuevo. Como nos recuerda el Papa Benedicto: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida...” (Deus Caritas Estnº 1) ¿Creemos o no creemos en Él? ¿Lo aceptamos o no?
La fe cristiana es respuesta amorosa y confiada a Dios, que ha venido a nuestro encuentro y se nos ha manifestado. La fe cristiana no es el resultado de nuestras investigaciones intelectuales, sino acogida del Dios que viene a nosotros. Por esta razón, cultivar la fe exige escuchar la Palabra de Dios, adherirse a Jesucristo, profesar la fe en comunión con la Iglesia, que es su depositaria, y tratar de vivirla en el servicio y amor a los hermanos, tal como nos enseñó el Señor.
5. La fe se fortalece dándola, así nos lo recordó el Beato Juan Pablo II, y el Papa Benedicto nos dice: “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo”. En este momento de nueva evangelización es necesario “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.” (Porta Fidei nº 7).
La fe se aviva con el testimonio de la caridad. “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente...” (Porta fideinº 14). Durante el tiempo de Cuaresma, continuaremos estimulándonos unos a otros para hacer el bien y servir a nuestros hermanos más necesitados. El gesto de Cuaresma que venimos realizando en favor de una “casa” para los pobres, será un cauce para expresar nuestra fe, que madura en el amor y un signo de nuestra unidad diocesana. “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012).
6. Con este mensaje deseo subrayar también un aspecto de nuestro Plan Diocesano de Evangelización, centrado en la renovación de nuestras parroquias. Tengamos en cuenta que una parroquia es una “comunidad de fe”: se trata de una comunidad de fieles, esto es, una comunidad cristiana, para lo cual es indispensable la fe en Jesucristo; no hay parroquia si no hay adhesión a Jesucristo; y, además, la parroquia tiene como tarea evangelizadora el transmitir y educar la fe de sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”. (Directorio General para la Catequesis, 1997, nº 257).
Queridos hermanos y hermanas, termino este sencillo mensaje recordando la página del Evangelio con la que he comenzado. Los apóstoles preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido expulsar el mal espíritu de aquel muchacho. El Señor les respondió: “Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno” (Mc 9, 29). Que estas prácticas cuaresmales nos ayuden a vencer en nosotros las fuerzas del mal y el Señor nos conceda vivir firmes en la fe.
Que Santa María, la dichosa por haber creído, interceda por nosotros.
Con mi afecto y bendición.

† José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

martes, 21 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza.



Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús. 
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.



En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza. La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 

miércoles, 2 de noviembre de 2011

2 de Noviembre, Fieles Difuntos.

Hoy 2 de Noviembre celebramos la conmemoración de los que ya pasaron a la gloria del padre. La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos. Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos, por ello la parroquia de San Bartolomé Apóstol ha preparado una serie de cultos que se realizaran durante el día, tres misa de difuntos que se realizaran en tres lugares distintos. La primera de ellas será a las 12:00 h, en la Ermita de Ntra. Sra. del Socorro Coronada, ya en la tarde si el tiempo lo permite se realizara la tradicional Misa de Difuntos en el Cementerio de San Fernando de Rociana, ya para concluir la misa vespertina de las 19:30 h, que se realiza en la parroquia también será aplicada por los Difuntos.


martes, 1 de noviembre de 2011

Solemnidad de Todos los Santos.


La solemnidad de todos los santos nos ofrece una liturgia rica en contenido, en simbolismo y en profundidad doctrinal. El libro del Apocalipsis presenta uno de los pasos más consoladores de la Escritura. Se nos habla del tiempo presente como el tiempo del perdón, el tiempo que hay que “imprimir el sello de Dios en la frente de todos sus siervos”, el tiempo de la predicación evangélica, de la misión. En un segundo momento el apóstol contempla el cielo, ve una multitud inmensa que “ha lavado sus vestiduras en la sangre del cordero”, han pasado por la “gran tribulación”. Son los santos que, después de su gesta terrena, adoran eternamente a Dios en el cielo. El evangelio nos muestra el camino de la santidad: las bienaventuranzas. Quien practica la doctrina de Cristo y sigue sus huellas, es bienaventurado: es puro de corazón, es manso, sabe sufrir por la justicia, llora, es pobre de espíritu. Este es el camino de la felicidad verdadera. Les dejo el mensaje de S.S. Benedicto XVI en el angelus de esta mañana.


Queridos hermanos y hermanas.

La Solemnidad de Todos los Santos es ocasión propicia para elevar la mirada desde las realidades terrenas, ritmadas por el tiempo, a la dimensión de Dios, la dimensión de la eternidad y de la santidad. Hoy, la liturgia nos recuerda que la santidad es la vocación originaria de cada bautizado (cfr. Lumen Gentium, 40). Cristo, de hecho, que con el Padre y con el Espíritu es el sólo Santo (cfr. Ap. 15,4), ha amado a la Iglesia como su esposa y se ha dado a sí mismo por ella, a fin de santificarla (Ef. 5,25-26). Por esta razón todos los miembros del Pueblo de Dios están llamados a ser santos, según la afirmación del apóstol Pablo: “La voluntad de Dios es que sean santos” (1 Ts 4,3). Por lo tanto, estamos invitados a mirar la Iglesia no en su aspecto temporal y humano, marcado por la fragilidad, sino como Cristo la ha querido, esto es “comunión de los Santos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 946). En el Credo, la profesamos “santa”, en cuanto es el Cuerpo de Cristo, es instrumento de participación a los santos misterios, en primer lugar la Eucaristía, es familia de los Santos a cuya protección venimos confiados en el día del Bautismo.

Hoy veneramos propiamente esta innumerable comunidad de Todos los Santos, los cuales, a través de sus diferentes recorridos de vida, nos indican diversos caminos de santidad, unidos por un único denominador: seguir a Cristo y conformarse a Él, hasta lo último de nuestra realidad humana. Todos los estados de vida, de hecho, pueden llegar a ser, con la acción de la gracia y con el empeño y la perseverancia de cada uno, caminos de santificación. La conmemoración de los fieles difuntos, a la que es dedica la jornada de mañana 2 de noviembre, nos ayuda a recordar a nuestros seres queridos que nos han dejado y a todas las almas en camino hacia la plenitud de la vida, propiamente en el horizonte de la Iglesia celeste, a la que la Solemnidad de hoy nos ha elevado. Desde los primeros tiempos de la fe cristiana, la Iglesia terrena, reconociendo la comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, ha cultivado con gran piedad la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragio por ellos. Nuestra oración por los muertos es, por lo tanto, no sólo útil sino necesaria, en cuanto ella no sólo los puede ayudar, sino que al mismo tiempo hace eficaz su intercesión en nuestro favor (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 958). También la visita a los cementerios mientras custodia el ligamen de afecto con quienes nos han amado en esta vida, nos recuerda que todos tendemos hacia otra vida, más allá de la muerte. El llanto, debido al desprendimiento terreno, no prevalezca por esto sobre la certeza de la resurrección, sobre la esperanza de alcanzar la bienaventuranza de la eternidad, “momento colmado de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad” (Spe Salvi, 12). El objeto de nuestra esperanza de hecho es de gozar de la presencia de Dios en la eternidad. Lo ha prometido Jesús a sus discípulos: “Los veré de nuevo y su corazón se alegrará y ninguno podrá quitarles este gozo” (Jn 16,22). A la Virgen, Reina de Todos los Santos, confiamos nuestra peregrinación hacia la patria celeste, mientras invocamos para los hermanos y las hermanas difuntos su materna intercesión.

Saludo con afecto a los fieles de lengua española presentes en esta oración mariana. En la solemnidad de Todos los Santos, la Liturgia nos invita a contemplar el amor infinito de Dios, que se refleja en la victoria de los que ya gozan de su gloria en el cielo. Es el amor del Padre que nos llama a ser hijos suyos, nos entrega a su propio Hijo para redimirnos con su sangre purificadora. Por eso nos proclama dichosos aun cuando sufrimos tribulación, porque en Él tenemos nuestra esperanza. Respondamos con generosidad y coherencia a ese don, que ha sido derramado en nuestros corazones, siendo Santos como Dios es Santo, para que también en nosotros se manifieste su gloria. Que Dios os bendiga.

jueves, 6 de octubre de 2011

El Rosario del Corpus.

Aunque no tenga mucho que ver con el tiempo en el que nos encontramos me parecía curioso publicar estas fotografías de Nuestra Señora del Rosario que se encuentra en la parroquia de San Bartolomé Apóstol que este año presidio el altar que la hermandad sacramental monta cada año para la procesión del Corpus Christi. La imagen aparecía revestida por un manto azul y un tocado de encajes, una estampa histórica ya que esta imagen no ha salida nunca de la iglesia desde su bendición en el año 1953, causando gran expectación en el pueblo de Rociana. Mañana la parroquia celebrara la festividad del Santo Rosario con una Misa en su honor, el altar luce ya un nuevo paño realizado por una devota. Esta devoción en nuestra villa viene heredada de la antigua cofradía del rosario que tenía como titular una imagen de candelero para vestir con rasgos muy parecidos a los de nuestra patrona, la Stma. Virgen del Socorro y que se perdió en los sucesos de 1936. Con toda seguridad procesionaba el día de Corpus pero desconocemos si también lo hacía para su fiesta o si se le hacia algún tipo de cultos. La talla actual aparece sentada sobre una nube con los ropajes tallados, siendo unas de las joyas que encierra nuestra parroquia.









viernes, 16 de septiembre de 2011

Maria de los Dolores.

Bajo el título de la Virgen de los Dolores se venera a María en muchos lugares y uno de ellos es nuestra localidad de Rociana, en la que la hermandad sacramental celebra la fiesta de su titular. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador. En el día de ayer se celebro la Solemne Función en honor de ella a las 20:00 h en la parroquia de San bartolomé, la cual estuvo presidida por D. Antonio Cepeda. Recordar a sus devotos que durante este fin de semana la imagen permanecera en Besamanos.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos. María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos. Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte. Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora. La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

miércoles, 24 de agosto de 2011

24 de Agosto, festividad del Patrón.


El 24 de Agosto la iglesia celebra la fiesta litúrgica de San Bartolomé Apóstol, Mártir, Protector, Patrón y Alcalde perpetuo de la Villa de Rociana. Por estos motivos en los días pasados se la hay venido celebrando un Solemne Triduo, en los que el santo presidía el Altar mayor de la iglesia a la que da nombre. Hoy a las 12 de la mañana se celebrara la Solemne Función de Iglesia presidida por D. Antonio Cepeda Lepe, párroco de Rociana y concelebrada por varios sacerdotes de la provincia, mas tarde a las 22:00 la imagen del Santo saldrá en procesión por las calles de nuestra localidad siendo acompañado por la corporación municipal, las representaciones de las hermandades y de su hermandad y el pueblo en general, cerrando el cortejo la Sociedad Filarmónica “Ciudad de Bollullos”.

Para cambiar un poco nuestra tematica habitual les dejamos el evangelio de la festividad: (Jn 1,45-51):

En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «

Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí te

néis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo

abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».


lunes, 22 de agosto de 2011

Santoral cofrade, VI: Realeza de María Santísima.


La realeza de Cristo es dogma fundamental de la Iglesia y a la par canon supremo de la vida cristiana.

Esta realeza, consustancial con el cristianismo, es objeto de una fiesta inserta solemnemente en la Sagrada Liturgia por el papa Pío XI a través de la bula Quas primas del 11 de diciembre de 1925. Era como el broche de oro que cerraba los actos oficiales de aquel Año Santo.

La idea primordial de la bula podría formularse de esta guisa. Cristo, aun como hombre, participa de la realeza de Dios por doble manera: por derecho natural y por derecho adquirido. Por derecho natural, ante todo, a causa de su personalidad divina; por derecho adquirido a causa de la redención del género humano por ÉI realizada.

Si algún día juzgase oportuno la Iglesia —decía un teólogo español en el Congreso Mariano de Zaragoza de 1940— proclamar en forma solemne y oficial la realeza de María, podría casi transcribir a la letra, en su justa medida y proporción, claro está, los principales argumentos de aquella bula.

Y así ha sido. El 11 de octubre de 1954 publicó Pío XII la encíclica Ad Coeli Reginam. Resulta una verdadera tesis doctoral acerca de la realeza de la Madre de Dios. En ella, luego de explanar ampliamente las altas razones teológicas que justifican aquella prerrogativa mariana, instituye una fiesta litúrgica en honor de la realeza de María para el 31 de mayo. Era también como el broche de oro que cerraba las memorables jornadas del Año Santo Concepcionista.

El paralelismo entre ambos documentos pontificios, y aun entre las dos festividades litúrgicas, salta a la vista.

La realeza de Cristo es consustancial, escribíamos antes, con el cristianismo; la de María también. La realeza de Cristo ha sido fijada para siempre en el bronce de las Sagradas Escrituras y de la tradición patrística; la de María lo mismo.

La realeza de Cristo, lo insinuábamos al principio, descansa sobre dos hechos fundamentales: la unión hipostática —así la llaman los teólogos y no acierta uno a desprenderse de esta nomenclatura— y la redención; la de María, por parecida manera, estriba sobre el misterio de su Maternidad Divina y el de Corredención.

Ni podría suceder de otra manera. Los títulos y grandezas de nuestra Señora son todos reflejos, en cuanto que, arrancando frontalmente del Hijo, reverberan en la Madre, y la realeza no había de ser excepción. La Virgen, escribe el óptimo doctor mariano San Alfonso de Ligorio, es Reina por su Hijo, con su Hijo y como su Hijo. Es patente que se trata de una semejanza, no de una identidad absoluta.

"El fundamento principal —decía Pío XII—, documentado por la Tradición y la Sagrada Liturgia, en que se apoya la realeza de María es, indudablemente, su Divina Maternidad. Y así aparecen entrelazadas la realeza del Hijo y la de la Madre en la Sagrada Escritura y en la tradición viva de la Iglesia. El evangelio de la Maternidad Divina es el evangelio de su realeza, como lo reconoce expresamente el Papa; y el mensaje del arcángel es mensaje de un Hijo Rey y de una Madre Reina.

Entre Jesús y María se da una relación estrechísima e indisoluble —de tal la califican Pío IX y Pío XII—, no sólo de sangre o de orden puramente natural, sino de raigambre y alcance sobrenatural trascendente. Esta vinculación estrechísima e indisoluble, de rango no sólo pasivo, sino activo y operante, la constituye a la Virgen particionera de la realeza de Jesucristo. Que no fue María una mujer que llegó a ser Reina. No. Nació Reina. Su realeza y su existencia se compenetran. Nunca, fuera de Jesús, tuvo el verbo "ser" un alcance tan verdadero y sustantivo. Su realeza, al igual que su Maternidad, no es en Ella un accidente o modalidad cronológica. Más bien fue toda su razón de ser. Predestinóla el cielo, desde los albores de la eternidad, para ser Reina y Madre de Misericordia.

Toda realeza como toda paternidad viene de Dios, Rey inmortal de los siglos. Pero un día quiso Dios hacerse carne en el seno de una mujer, entre todas las mujeres bendita, para así asociarla entrañablemente a su gran hazaña redentora. Y este doble hecho comunica a la Virgen Madre una dignidad, alteza y misión evidentemente reales.

Saliendo al paso de una objeción que podría hacerse fácilmente al precedente raciocinio, escribe nuestro Cristóbal Vega que, si la dignidad y el poder consular o presidencial resulta intransferible, ello se debe a su peculiar naturaleza o modo de ser, por venir como viene conferido por elección popular. Pero la realeza de Cristo no se cimenta en el sufragio veleidoso del pueblo, sino en la roca viva de su propia personalidad.

Y, por consecuencia legítima, la de su Madre tampoco es una realeza sobrevenida o episódica, sino natural, contemporánea y consustancial con su maternidad divina y función corredentora. Con atuendo real, vestida del sol, calzada de la luna y coronada de doce estrellas viola San Juan en el capítulo 12 del Apocalipsis, asociada a su Hijo en la lucha y en la victoria sobre la serpiente, según que ya se había profetizado en el Génesis.

Y esta realeza es cantada por los Santos Padres y la Sagrada Liturgia en himnos inspiradísimos que repiten en todos los tonos el "Salve, Regina".

Hable por todos nuestro San Ildefonso, el capellán de la Virgen, cantor incomparable de la realeza de María, que, anticipándose a Grignon de Monfort y al español Bartolomé de los Ríos, agota los apelativos reales de la lengua del Lacio: Señora mía, Dueña mía, Señora entre las esclavas, Reina entre las hermanas, Dominadora mía y Emperatriz.

Realeza celebrada en octavas reales, sonoras como sartal de perlas orientales y perfectas como las premisas de un silogismo coruscante, por el capellán de la catedral primada don José de Valdivielso, cuando, dirigiéndose a la Virgen del Sagrario, le dice:

Sois, Virgen Santa, universal Señora
de cuanto en cielo y tierra ha Dios formado;

todo se humilla a Vos, todo os adora

y todo os honra y a vuestro honrado;
que quien os hizo de Dios engendradora,

que es lo que pudo más haberos dado,

lo que es menos os debe de derecho,
que es Reina universal haberos hecho.


lunes, 15 de agosto de 2011


"Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Vírgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste" (Dz. 2333).

La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento. María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza. María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.
Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.

El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950. La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida. Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.

Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes. María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.

En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también. María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.