jueves, 29 de diciembre de 2011

La Familia de Nazareth.



Y luego, en placida convivencia con aquellos dulces dioses, la familia allí acogida. Una familia en su más elemental y esquemática acepción. El padre va y viene, con su turbante y su túnica, ajetreado en recoger los avíos que le traen los pastores y en agradecérselos con pausadas zalemas. Tiene la barba gris y la expresión dulce. La madre, apenas de distingue en el fondo de la penumbra, sentada junto al pesebre. Es un bulto blanco al que las tocas largas dan un perfil como de colina de nieve, de duna de arena, de montoncillo de trigo o lirios blancos. Solo de vez en cuando las ráfagas discontinuas de la lamparilla, dejan vislumbrar el rostro ovalado y perfectísimo; moreno de viento y sol; color de pan, de tierra, de espiga, hermano de todas las cosas mejores y más sencillas. En cuanto al niño… El pesebre es hondo y el niño no se ve. Se le siente, a veces, rebullir como un pájaro en el fondo del pesebre, y sobre los bordes tiemblan entonces las pajas de oro que rebosan.

Esto es todo. El libertador, el Mesías que decían estos zagalones, es apenas un leve temblor de vida entre pajas. Y, sin embargo, en torno suyo, como un marco extraño, hay unos dioses orientales y romanos destronados, y unos pastores alucinados que se acercan temerosamente a mirar el fondo del pesebre, como quien se asomara a un precipicio… Ese soplo de vida entre pajas reclinado, tiene allí toda la fuerza y empuje; allí van todos como arrastrados por él. Es un cesar especialísimo que todo lo ha invertido; en su reino serán los pobres los bienaventurados: los mansos, héroes; los humildes, dioses; en rigor de justicia esto no debe llamarse crudamente, un mundo absurdo, sino con mas humildad y sencillez…: un mundo nuevo.

Belén, Nochebuena. Pronto resonaran de nuevo por toda la tierra los cantos angélicos, anunciadores de paz a los hombres de buena voluntad; aun los tibios, los indiferentes, los espíritus menos inclinados a la suavidad se estremecen ante la lumbre con que en las tinieblas de la noche resplandece el día eterno del señor, que ha venido a nosotros para amarnos y redimirnos.

Extraido del boletin de la Parroquia de San Bartolomé.

1 comentario:

Diego Muñoz dijo...

El icono muestra el regreso de la Sagrada Familia de Jerusalén a Nazaret, después que el niño ha sido encontrado en el Templo. San José lleva a hombros a Jesús que se vuelve hacia su madre la Virgen María. Ella, "a lo largo del camino" le entrega el papiro con la palabra de la misión, donde se puede leer en griego, el principio del texto de Isaías 61, 1-2.

"El espíritu del Señor está sobre mí pues me ha ungido...".