Y luego, en placida
convivencia con aquellos dulces dioses, la familia allí acogida. Una familia en
su más elemental y esquemática acepción. El padre va y viene, con su turbante y
su túnica, ajetreado en recoger los avíos que le traen los pastores y en agradecérselos
con pausadas zalemas. Tiene la barba gris y la expresión dulce. La madre,
apenas de distingue en el fondo de la penumbra, sentada junto al pesebre. Es un
bulto blanco al que las tocas largas dan un perfil como de colina de nieve, de
duna de arena, de montoncillo de trigo o lirios blancos. Solo de vez en cuando
las ráfagas discontinuas de la lamparilla, dejan vislumbrar el rostro ovalado y
perfectísimo; moreno de viento y sol; color de pan, de tierra, de espiga, hermano
de todas las cosas mejores y más sencillas. En cuanto al niño… El pesebre es
hondo y el niño no se ve. Se le siente, a veces, rebullir como un pájaro en el
fondo del pesebre, y sobre los bordes tiemblan entonces las pajas de oro que
rebosan.
Esto es todo. El
libertador, el Mesías que decían estos zagalones, es apenas un leve temblor de
vida entre pajas. Y, sin embargo, en torno suyo, como un marco extraño, hay
unos dioses orientales y romanos destronados, y unos pastores alucinados que se
acercan temerosamente a mirar el fondo del pesebre, como quien se asomara a un
precipicio… Ese soplo de vida entre pajas reclinado, tiene allí toda la fuerza
y empuje; allí van todos como arrastrados por él. Es un cesar especialísimo que
todo lo ha invertido; en su reino serán los pobres los bienaventurados: los
mansos, héroes; los humildes, dioses; en rigor de justicia esto no debe
llamarse crudamente, un mundo absurdo, sino con mas humildad y sencillez…: un
mundo nuevo.
Belén, Nochebuena.
Pronto resonaran de nuevo por toda la tierra los cantos angélicos, anunciadores
de paz a los hombres de buena voluntad; aun los tibios, los indiferentes, los espíritus
menos inclinados a la suavidad se estremecen ante la lumbre con que en las
tinieblas de la noche resplandece el día eterno del señor, que ha venido a
nosotros para amarnos y redimirnos.
1 comentario:
El icono muestra el regreso de la Sagrada Familia de Jerusalén a Nazaret, después que el niño ha sido encontrado en el Templo. San José lleva a hombros a Jesús que se vuelve hacia su madre la Virgen María. Ella, "a lo largo del camino" le entrega el papiro con la palabra de la misión, donde se puede leer en griego, el principio del texto de Isaías 61, 1-2.
"El espíritu del Señor está sobre mí pues me ha ungido...".
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