A través de los jesuitas, el culto y devoción al Sagrado Corazón llega a España (y a la América española).
Con la llegada de Felipe V de España, ésta se ve reafirmada por la carta que escribe a Benedicto XIII en 1727, pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y Dominios.
En Valladolid, el 14 de mayo de 1733, Bernardo de Hoyos, estudiante de Teología en el colegio San Ambrosio de los jesuitas (actual Santuario Nacional de la Gran Promesa), recibió la aparición sobrenatural de Jesús para revelarle la promesa de que: "Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes".
La consagración pública de España al Sagrado Corazón fue hecha primero por Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este (pretendido Carlos VII de España) y después el rey Alfonso XIII lo hará de forma oficial en Getafe, en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica.
El hermano de Carlos Mª de los Dolores, Alfonso de Borbón y Austria-Este publicó el 3 de junio de 1932 un Decreto sobre el escudo de España utilizado por sus partidarios, donde entronizó en él el Sagrado Corazón.
Durante la Guerra Civil española muchos soldados del bando nacional llevaban Sagrados Corazones de fieltro adheridos a la ropa y era devoción que servían para detener las balas enemigas; se les llamaba "detentes".
También fue muy utilizada (y lo sigue siendo en la actualidad) en España la imagen del Sagrado Corazón fijada a la puerta como símbolo de la condición católica de una casa. Una imagen sedente era con frecuencia entronizada en la principal sala de la casa acompañado de algún lema, del tipo El Sagrado Corazón de Jesús reina en esta casa.
Con la llegada de Felipe V de España, ésta se ve reafirmada por la carta que escribe a Benedicto XIII en 1727, pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y Dominios.
En Valladolid, el 14 de mayo de 1733, Bernardo de Hoyos, estudiante de Teología en el colegio San Ambrosio de los jesuitas (actual Santuario Nacional de la Gran Promesa), recibió la aparición sobrenatural de Jesús para revelarle la promesa de que: "Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes".
La consagración pública de España al Sagrado Corazón fue hecha primero por Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este (pretendido Carlos VII de España) y después el rey Alfonso XIII lo hará de forma oficial en Getafe, en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica.
El hermano de Carlos Mª de los Dolores, Alfonso de Borbón y Austria-Este publicó el 3 de junio de 1932 un Decreto sobre el escudo de España utilizado por sus partidarios, donde entronizó en él el Sagrado Corazón.
Durante la Guerra Civil española muchos soldados del bando nacional llevaban Sagrados Corazones de fieltro adheridos a la ropa y era devoción que servían para detener las balas enemigas; se les llamaba "detentes".
También fue muy utilizada (y lo sigue siendo en la actualidad) en España la imagen del Sagrado Corazón fijada a la puerta como símbolo de la condición católica de una casa. Una imagen sedente era con frecuencia entronizada en la principal sala de la casa acompañado de algún lema, del tipo El Sagrado Corazón de Jesús reina en esta casa.
En su encíclica papal Auctorem Fidei, Pío VI mencionó la devoción al Sagrado Corazón.
Después de las cartas de la beata María del Divino Corazón (1863-1899) con la petición, en el nombre del propio Cristo, para que el papa León XIII consagrara el mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús, el pontífice designó comisiones de grupos de teólogos para examinar su petición sobre la base de la revelación mística y la tradición sagrada. Esta investigación resultó positiva. Siguiendo la revisión teológica, León XIII, en su encíclica Annum Sacrum (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año.
Pío XII desarrolla en su encíclica Hauretis Aquas el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:
En el punto 478 que "Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas"
Después de las cartas de la beata María del Divino Corazón (1863-1899) con la petición, en el nombre del propio Cristo, para que el papa León XIII consagrara el mundo entero al Sagrado Corazón de Jesús, el pontífice designó comisiones de grupos de teólogos para examinar su petición sobre la base de la revelación mística y la tradición sagrada. Esta investigación resultó positiva. Siguiendo la revisión teológica, León XIII, en su encíclica Annum Sacrum (25 de mayo de 1899) dijo que la humanidad en su totalidad debía ser consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, declarando su consagración el 11 de junio del mismo año.
Pío XII desarrolla en su encíclica Hauretis Aquas el culto al Sagrado Corazón que queda en parte plasmado en el siguiente punto del Catecismo de la Iglesia Católica:
En el punto 478 que "Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas"
La devoción al Corazón de Jesús es de origen medieval, siendo los escritos de santa Matilde de Hackeborn, santa Gertrudis de Helfta y la beata Ángela de Foligno los testimonios más antiguos. Sin embargo, la fuente más importante de la devoción, en la forma en que la conocemos actualmente, es Santa Margarita María Alacoque de la Orden de la Visitación de Santa María, a quien Jesús se le apareció. En dichas apariciones, Jesús le dijo que quienes oraran con devoción al Sagrado Corazón, recibirían algunas gracias divinas. El confesor de santa Margarita María Alacoque fue San Claudio de la Colombière, quien, creyendo en las revelaciones místicas que ella recibía, propagó la devoción. Los jesuitas extendieron la devoción por el mundo a través de los miembros de la Compañía, y los libros de los jesuitas Juan Croisset y José de Gallifet fueron fundamentales para esta difusión. A pesar de controversias y de opositores, como los jansenistas, los fieles confiaron en la promesa que Jesús hizo a la Santa: "Mi Corazón reinará a pesar de mis enemigos"'.
Probablemente, una de las celebraciones más espectaculares relacionadas con el Sagrado Corazón de Jesús en España se da en Alhaurín el Grande (Málaga), donde la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno realiza sendas salidas procesionales el sábado y domingo posteriores al Corpus Christi, días en los que es procesionada la imagen del titular. Esta celebración es conocida como Día de Jesús. A la fiesta acuden las mejores Bandas de Andalucía e incluso de España, entre ellas la de la legión, cuyo I Tercio "Gran Capitán" de Melilla es Hermano Mayor Honorario de esta Hermandad desde 1947. La imagen del Nazareno es llevada en procesión a la Parroquia de Nuestra Señora la Encarnación a hombros de sus hermanos, que desde 1988 le cantan su Himno. En la mañana del domingo se oficia en honor de la imagen una solemne función religiosa, tras la cual vuelve a su ermita, donde recibe culto el resto del año. Uno de los rasgos distintivos de esta fiesta en honor del Sagrado Corazón de Jesús es la salida en las procesiones de nazarenos portando los enseres de la Hermandad, entre los que se encuentran las ricas túnicas bordadas en oro, estandartes, bocinas, báculos, mazas, cruces de procesión e incluso los tradicionales cirios, enseres efímeros realizados con flores encañadas y en cuyo interior se one una vela.
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